04 diciembre, 2014

No somos los últimos (y ahora ¿qué hacemos?)

El día de hoy se publicó la primera entrega de los resultados del Tercer Estudio del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación; es decir, de la prueba que mide de modo comparativo los desempeños de estudiantes de 15 países latinoamericanos en lectura y matemáticas en tercero y sexto grados y en ciencias en sexto grado.
Este estudio, conducido en 2013, produce información comparable con la del Segundo Estudio conducido en 2006 y, por lo mismo, permite ver variaciones en los desempeños de los estudiantes. Hace unos 15 años cuando se publicaron los resultados del primer estudio (conducido en 1997) el Gobierno peruano solicitó que los resultados del Perú no sean incluidos en la publicación. Esta solicitud creó una imagen que se ha ido consolidando y repitiendo desde entonces: “no se quiso publicar los resultados pues éramos los últimos de la región.” Claro está que pocos repararon en las objeciones técnicas que el equipo del Ministerio planteó entonces y que hoy, para los que conocen un poco de estas evaluaciones, son perfectamente coherentes con las conocidas debilidades de dicho estudio.
Más allá de lo anterior, la monserga sobre “somos los últimos en educación” fue reforzada en 2003 cuando se publicó el primer informe de PISA con la participación peruana, y desde entonces se repite sin mayor reflexión sobre el tema tanto a manos de expertos en educación, políticos poco avisados, personas que pasan por una esquina sin saber muy bien de qué se está hablando, o incluso de algún ministro con poca idea sobre el tema.
Lo cierto es que nunca se ha podido decir con alguna evidencia que fuimos los últimos del mundo ya que nunca se ha hecho una prueba de la que participen todos, o que fuimos los últimos de la región ya que nunca han participado todos; pero no sólo ello, los resultados siempre han mostrado que el Perú ha estado en el grupo de los “coleros” (sin que se pueda determinar cuál era el “último”) entre los participantes y esa situación acaba de cambiar de un modo indiscutible.
Los resultados del Tercer estudio del Laboratorio muestran una situación latinoamericana dispar con relación a los cambios entre 2006 y 2013: algunos países muestran descensos importantes en sus desempeños medios (Costa Rica, Uruguay), otros no muestran cambios; y finalmente, hay un grupo del que participa Perú (junto con Ecuador, Guatemala, República Dominicana, Paraguay) donde se observan mejoras importantes. 
Estos cambios significan que el Perú ha logrado ponerse alrededor o superar el desempeño medio de los países participantes. Es decir, parece que en educación estamos mejor que en fútbol.
El resultado más importante que yo veo en todo lo que he mencionado hasta acá, es que no existe forma de que la gente razonablemente repita que “somos los últimos” (si no somos los últimos entre estos 15 países, no podemos ser los últimos del mundo) y cualquiera que repita esa monserga de aquí en adelante sólo hará evidente su ignorancia sobre el tema.
Sin embargo, todo lo hasta aquí dicho no sirve para mucho más ya que lo importante (y esto hay que decirlo y repetirlo una y otra vez) no es el puesto que ocupamos en la carrera de caballos, sino en qué medida nuestro sistema educativo sirve para garantizar el derecho de las personas a la educación, y en qué medida el sistema educativo sólo reproduce desigualdades sociales pre-existentes. 
El mismo informe brinda alguna información sobre los desempeños de los estudiantes y muestra, como en el caso anterior, resultados que podíamos esperar dado lo que ya sabemos gracias a otros estudios (como las evaluaciones nacionales o nuestra participación en PISA): estamos muy lejos de garantizar que nuestros niños logren lo mínimo que la escuela debe garantizar. Si bien se ha elevado el porcentaje de estudiantes que alcanza los niveles de desempeño más altos (que no son muy altos precisamente), esta fracción aún representa a una minoría de nuestra población estudiantil.
Aún es necesario que las bases de datos de este estudio estén disponibles para poder explorar cosas importantes como: brechas de equidad (más allá de las disparidades de género que se muestran en el informe); en qué medida la mejora peruana obedece a factores educativos o es el resultado de la mejora general de los niveles de vida de los peruanos (en el caso de las variaciones en PISA entre 2001 y 2009, Alejandra Villanueva y yo hemos mostrado que las condiciones del país explican aproximadamente la mitad de la mejoría; ver el texto en Apuntes) etc. Asimismo, el informe es breve (68 páginas con un diseño que recuerda al recién retirado catálogo navideño de Falabella-Perú), omite información importante (como los errores de estimación) e incluye alguna información simplemente errónea (por favor, no dejarse llevar por la información sobre deserción acumulada en primaria de Perú que, simplemente, es equívoca).
Por otro lado, esperemos que las buenas noticias que se publican hoy (porque son buenas noticias) ayuden a consolidar el creciente consenso acerca de la necesidad de políticas educativas nacionales sensatas que se sostengan en el tiempo. Es esto lo que ha llevado en los últimos días a que varias voces propongan un acuerdo político para mantener a Jaime Saavedra como ministro luego del cambio de gobierno.

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