17 febrero, 2014

Ser empresario ... es algo relativo

Hace cerca de 30 años, el Instituto de Estudios Peruanos publicó un libro de Jorge Parodi titulado: Ser obrero es algo relativo. Dicho trabajo, estaba orientado a cuestionar algunos supuestos simplistas que una parte de las ciencias sociales peruanas de la época asumía acerca del desarrollo de las identidades de clase de los obreros. En efecto, el trabajo de Parodi mostró que las identidades son procesos complejos y en permanente cambio, y donde coexisten diversas miradas a la posición que uno circunstancialmente ocupa en la estructura laboral o en la división del trabajo: para muchos obreros, la condición asalariada era vista como una opción provisoria en tanto y en cuanto no pudiesen acceder a otras ocupaciones, por lo que "ser obrero" se convertía en algo relativo.

Durante los meses pasados, ésta ha sido una imagen que ha venido a mi memoria con bastante frecuencia suscitada por la presencia de un discurso muy fuerte acerca del emprendimiento. "Perú: país de emprendedores" es una frase que se escucha regularmente en la radio, y diversos medios celebran el supuesto "ADN emprendedor" de los peruanos (véase, por ejemplo, este editorial de El Comercio de octubre de 2012) de la misma manera (y, en ocasiones, mediante las mismas personas) como la izquierda peruana celebraba el clasismo obrero de fines de los 70 e inicios de los 80, o algunos intelectuales, la supuesta vocación profundamente democrática de los contingentes populares que "desbordaban" al Estado a mediados de los 80 y "conquistaban un nuevo mundo".

Hay dos razones por las que tiendo a conectar el discurso actual sobre el emprendimiento con esos casos pasados: la primera razón es que suelo sospechar de los relatos que presentan a la historia como una, para usar la expresión de Togliatti, "ininterrumpida procesión triunfal" guiada por un telos inmanente que, oh casualidad!, justamente coincide con las preferencias ideológicas de quienes así "describen" la realidad (en realidad tienden a ser representaciones alegóricas basadas en una selección no aleatoria de rasgos que calzan con lo que se quiere ver); la segunda razón es más compleja y se vincula a que las personas no solemos ser monolíticamente nada, sino más bien, somos un tejido complejo de diversas expectativas, reacciones y relatos sobre uno mismo que se reconfiguran constantemente dependiendo de nuestra propia interacción con el contexto.

Cuando uno observa la estadística más elemental sobre los emprendimientos, parte de las cuales se usa para justificar nuestro "ADN emprendedor", lo que uno encuentra es que en un gran número de casos se trata de iniciativas económicas pobres, de bajísimos niveles de productividad, en gran medida subsidiadas por la precariedad del empleo y que, por lo mismo, no tienen posibilidades de sostenerse en el tiempo así se remuevan las trabas burocráticas existentes (a menos, claro está, que la prohibición de la servidumbre y la esclavitud sean consideradas "trabas burocráticas" como parece ser el caso de los fondos de pensiones, el seguro de salud, las vacaciones pagadas, y la jornada de ocho horas).

La gran mayoría de las "nuevas empresas" dejan de operar en menos de un año, y al cabo del segundo nadie discutiría la vigencia del esquema usual (1800 empresas que explican una abrumadora mayoría del valor agregado del país) a no ser porque una nueva oleada de emprendimientos tiñe la escena nacional y hace olvidar lo que debería ser bastante obvio.

¿En qué medida, dada la precariedad del empleo en el Perú, estos emprendimientos no califican más bien como "recurseos" propios de un entorno de precariedad? Si ése fuera el caso, un crecimiento con empleo decente haría decrecer iniciativas muchas veces desesperadas y mostraría que ser empresario, es hoy para muchos emprendedores forzados, algo muy relativo.

El Global Entrepreneurship Monitor: Perú 212 (preparado por Serida, Nakamatsu, Borda y Morales y que conocí gracias a Ronald Granthon) muestra suficiente información como para evaluar seriamente algunas imágenes comunes que si bien sirven ciertos discursos, no necesariamente ayudan a entender dónde estamos en este terreno.

16 febrero, 2014

Blogging 2

Hoy se cumple un año desde que inicié la aventura de compartir ideas en este blog.

Solamente quería agradecer a todas las personas que han mostrado interés en lo que acá comparto: han sido cerca de 32 vistas diarias (más de 12 mil vistas en un año) originadas en 73 países en los cinco continentes.


Producido con la herramienta gratuita de Stat Planet (http://www.statsilk.com/maps/free-tool-create-interactive-thematic-maps-world) con datos al 11 de febrero de 2014
En especial quiero agradecer a los que enviaron comentarios, compartieron con otros enlaces a lo textos aquí publicados, o me hicieron sugerencias de diverso tipo.

En las próximas semanas seguiré presentando algunas ideas que vengo trabajando con el espíritu de contribuir a discutir algunos temas (y ojala enfrentar los problemas) sobre los que creo puedo decir cosas que valga la pena compartir.

03 febrero, 2014

Mitos y miserias de la educación: un mito persistente o una vez más sobre el “6%” del Producto

Una idea que se repite como letanía en el mundo de la educación desde hace más de cinco décadas es que todos los Estados deberían destinar “al menos” el seis por ciento de su producto a la educación.

Una idea como ésta debería, inmediatamente, levantar algunas sospechas, especialmente porque nunca viene asociada a algún argumento que sustente por qué razón seis y no, digamos, 5,7 o 7,3 por ciento; o porque después de 50 años de repetida la monserga es probable que las cosas sean diferentes y habría que, al menos, “actualizar” la recomendación de marras. O, más osadamente, uno podría preguntase por qué la inversión pública en educación debería indexarse a la riqueza y no a otras cosas. Lo cierto es que no hay un solo argumento que sustente este meme que persiste en el mundo de la educación tanto como la gripe en el mundo de la salud. En otra parte, Juan Fernando Vega ha hecho una revisión del éxito de este meme. No voy a repetir nada de lo que él ya dijera y de lo que yo mismo he escrito al respecto en este blog hace casi un año.

Lo que quiero hacer en este post es mostrar un gráfico que me parece ilustrativo sobre el problema del financiamiento estatal de la educación. Si el famoso “6 por ciento” que “al menos” debería destinarse a la educación tuviese algún sentido, cabría esperar que aquéllos que invierten “más” (en estos términos) debieran lograr algo más con ello. Esto es muy fácil hacerlo con estadística internacional, pero me pareció interesante hacerlo mirando hacia dentro del país. Es decir, en vez de pensar en una comparación entre países, ¿por qué no comparamos a las regiones del nuestro?

El siguiente gráfico muestra la (absurda) relación entre el gasto público en educación regional como porcentaje del producto regional y el porcentaje de niños de segundo grado que logra un desempeño satisfactorio en lectura de acuerdo a la Evaluación Censal de Estudiantes (ECE). En ambos casos, se muestra información de 2012.

Los ejes del gráfico (destacados en una línea gris gruesa) se corresponden con los valores medios nacionales y dividen el gráfico en cuatro áreas de posiciones relativas: encima/debajo del promedio nacional en desempeño/gasto.

La línea roja muestra el umbral de famoso 6 por ciento.

Fuentes: Datos de gasto tomados de http://escale.minedu.gob.pe y los de la ECE tomados de la base de datos de la Muestra de Control de 2012 (debido a que la información de gasto agrega Lima Metropolitana, Lima provincias y el callao, se agregó d ela misma manera la información de la ECE)


El gráfico muestra una tendencia que es exactamente opuesta a lo que la “recomendación” sobre el gasto esperaría. Esto no quiere decir que hay que gastar menos (en términos relativos al producto) para lograr mejores resultados, solamente significa que no hay ninguna razón para que estas dos cosas estén relacionadas de alguna forma que tenga sentido como ya se ha explicado en la nota que mencioné arriba. Dado el absurdo, prefiero no hacer comentarios acerca de la triste situación de aquéllos donde, efectivamente, se "ha logrado" gastar "al menos" seis por ciento ... (todos por debajo del mediocre resultado nacional en comprensión lectora).

Lograr que los niños aprendan pasa por gastar, probablemente, más de lo que hoy gastamos en términos absolutos (unos dos mil soles al año por estudiante de primaria) y, sobretodo, por hacerlo mejor como señaló la propia UNESCO en un texto más lúcido (ver los capítulos dos y cuatro) sobre este tema que la famosa “recomendación.” Una idea interesante que cabe preguntarse es qué logran otros en nuestro propio país con dos mil soles al año, es decir, qué pasa con las escuelas privadas pagadas en la que los padres pagan lo mismo que nosotros pagamos vía impuestos por la educación estatal ¿se logra los mismos resultados?


El crecimiento de la matrícula privada experimentado en los últimos años nos debería servir para indagar sobre aspectos como éste y aprovechar de mejor manera el incremento en el gasto por alumno en el sector estatal derivado del crecimiento económico, y de los cambios en la matrícula: hoy tenemos un millón de estudiantes menos en la primaria estatal que en el año 2001 (sobre esto haré un post específico) debido a que, cada año, nacen menos niños, hay menos repetición en primaria, y hay una mayor matrícula no estatal. Aprovechar esta situación para gastar mejor pasa por formularse algunas preguntas incómodas, por ejemplo, ¿por qué si la matricula estatal ha caído en un millón de estudiantes (aproximadamente 28 por ciento) tenemos ocho por ciento más de docentes que entonces?

Abordar el problema del financiamiento estatal de la educación supone elaborar con seriedad (más allá de monsergas carentes de sentido) y preguntarse las preguntas adecuadas.