27 enero, 2015

El hombre que amaba a los perros

Hace unos días terminé de leer (aunque aún no termino de digerir y no creo que pueda hacerlo por mucho tiempo) "El hombre que amaba a los perros", de Padura.

Más allá de los méritos literarios que no me siento capaz de juzgar, es una historia que me tiene emocional e intelectualmente atrapado: los mejores sueños de occidente tornados en las peores pesadillas; vidas entregadas a (y envilecidas o simplemente destruidas por) causas completamente opuestas a lo que se supone que pretendían ser; pueblos enteros sojuzgados de una manera miserable; la demencia encaramada en el poder y servida por personajes sombríos (y, a veces, por algunos brillantes); y, en medio de todo esto, héroes y villanos capaces de amar a los maravillosos compañeros que tenemos desde hace 30 mil años.

1920
Por otro lado, para aquéllos que en mucho fuimos forjados el siglo pasado, hay muchas moralejas que pelean con nosotros para ser extraídas, que se resisten a mostrarse de modo evidente ante quienes compartimos muchos de esos sueños y que, de alguna forma, nos atrevimos a descubrir la pesadilla no para buscar un escape (como el renegado que simplemente cambia de dogma o de capilla pero es incapaz de vivir sin uno y otra), sino para lidiar con ella pues sueños y pesadillas no son mundos distantes, del mismo modo que ángeles y demonios coexisten dentro de cada uno de nosotros.

Me gustaría decir con el mejor de los personajes históricos presentado en la novela que "mi fé en el futuro (...) de la humanidad es hoy más firme aunque no menos ardiente que en mi juventud" pero no compro que la historia tenga un telos, así es demasiado fácil y resulta falaz (esa es una de las razones por las que perdiste la batalla y tu propia y brillante vida mi querido y admirado LT -confiaste demasiado en algo que no existe). Sin embargo, que cada uno construya su propio telos es infinitamente más desafiante y gratificante (incluso cuando uno pierda las batallas o hasta la propia guerra) que una vida en la que todos los rumbos parecieran terminar en la caja de una tienda en un Centro Comercial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario